lunes, 30 de diciembre de 2013

Tierra de chorizos

Inspirado en la mandanga que nos gobierna y nos ha gobernado en los últimos tiempos, este plato pasa de ser un clásico a un reformista renovado. Porque no otra cosa es que unas patatas a la riojana con acentos del Cantábrico. Tierra de chorizos, la nuestra, desde el Cantimpalo al Ibérico, del casero al Pamplonica. Un homenaje a la más gocha tradición patria.
En el caso que nos ocupa, tiramos del chorizo ahumado asturiano. Sin duda, Asturias es España y, lo demás, tierra conquistada.
Tenemos que calcular a ojo los ingredientes y fiarnos de lo que nos diga la nariz y el paladar, que para eso los tenemos. Tomo como referencia un puchero para dos. Empezamos.

Ingredientes:

Un buen chorro de aceite de oliva virgen extra
Una cebolla mediana
Tres dientes de ajo
Un poco de bacon en tiras finas
Un chorizo asturiano ahumado
Tres patatas gordas
Una hoja de laurel
Media ñora o pimiento choricero
Sal
Una punta de pimentón de La Vera

En una olla, puchero o similar ponemos un fondo de aceite y, en este, pechamos la cebolla picada fina, el ajo (ídem) y agregamos el bacon picado en tiras y el chorizo, pelado y picado gordo. Rehogamos hasta que el bacon se haga bien y añadimos las patatas rotas en lajas, en trozos no demasiado grandes. Las pasamos un poquito para que vayan tomando color y añadimos agua hasta cubrirlas. Agregamos la hoja de laurel, la media ñora (tal cual está, sin pelar, escaldar ni nada) y la puntita de pimentón. Y ponemos sal. Será suficiente con una pizca generosa. Después, ya en el plato, podemos poner más si hace falta y al gusto de cada uno. Dejaremos cocer la patata hasta que se haga que no llevará más de 30'. Listo. A servir.
A la hora de acompañarlas, imprescindible, pan a discreción y vino tinto a demanda.


domingo, 29 de diciembre de 2013

Lubina terrestre

A veces uno tiene pocas ganas de encender el horno. Para esos días este plato, a la par que barato y fácil, es idóneo. Esto es lo que vamos a necesitar:

Unos filetes de lubina de ración (puede hacerse con cualquier pescado de la familia que se tenga a mano: besugo, dorada, etc). La lubina no salvaje resulta muy barata y está deliciosa. Naturalmente, no es la salvaje pero tampoco aconsejaría preparar una de estas con salsa alguna. Para las de verdad, plancha, sal y un poco de ajo es más que suficiente.
Seguimos con los ingredientes:
Una bandeja de champiñones gordos
Unas lonchas de bacon
Leche entera
Nata
Queso rayado para pizzas o similar
Queso azul
Cualquier otro resto de queso que tengamos del tipo que sea, incluso de cabra
Sal
Aceita de oliva virgen extra
Romero

Bueno, pues vamos allá.

Ponemos en una sartén amplia un poco de aceite y rehogamos el tocino que habremos cortado en tiras finas como de dos centímetros de longitud. Los champiñones los lavamos, les quitamos la mitad el pedúnculo y los cortamos en láminas gruesas, carnosas. Una vez que el bacon está doradito, los añadimos y rehogamos hasta que estén en su punto. No conviene pasarse. Que pierdan la crudeza y el sabor a bala pero que queden jugosos y tiernos. Será como meterse en la boca un trozo de campo.
Mientras se hacen, en una cazuelita, ponemos a calentar una cucharadita de aceite, leche, el queso rayado, el azul en trozos y todos los restos de queso que tengamos por la nevera, bien rayados si se nos han quedado muy duros, bien en tacos. La idea es hacer una crema de queso, salsa cuatro quesos o como se quiera llamar. Hay que tener cuidado de que la leche en ningún momento llegue a hervir. Con una varilla iremos moviendo hasta que los quesos se fundan en una crema espesa. Bajamos el fuego al mínimo y esperamos a la lubina.
Los filetes de lubina los vamos a hacer con otra gotita de aceite en la misma sartén que utilizamos para los champis y el bacon. Ni la lavamos ni nada, tal cual. Pondremos a fuego medio a calentar y colocaremos nuestros filetes de lubina con la piel a la sartén. Echaremos una pizca de sal a nuestros lomos y un poco de romero. Dejaremos que la piel de la lubina se churrusque bien y daremos vuelta. Mil uno, mil dos, mil tres, mil cuatro y mil cinco y fuera.

Ahora: una rustidera. Champiñones y bacon. Sobre estos, la salsa siete quesos y, con la piel hacia arriba, nuestra lubina.

Tachán!

jueves, 12 de diciembre de 2013

La piedra del profeta

En el aeropuerto de Bangdsi nos estaba esperando un coche oficial. El hombre que salió a recibirnos al mismo finger en el que habían atracado el viejo Tupolev repintado, algo que sin duda nos dio idea de la importancia que el nuevo estado soberano nos concedía, parecía extranjero, con una altura muy superior a la media en el país centro asiático, tez caucásica y pelo trigueño, como el de muchos rusos, ucranianos o polacos. Tampoco el acento de su inglés era el que cabía esperar de un turcomano o un mongol. Y, en ningún momento, su educación y sus modales pudieron ocultar que era nacido en la metrópoli, adoptado por la nueva nación en calidad de socio fundador y entregado por completo a la nueva vida que se abría por delante. Tal vez podría asemejarse a cómo se debieron sentir los primeros moscovitas que fundaron el Estado de Israel en la segunda mitad del siglo pasado: extraño y foráneo y, al mismo tiempo, convencido de que su simple existencia era rastro de su patria allá donde fuese fundada.
Todo el equipaje venía con nosotros y no hubo que esperar maletas. El ruso abrió el maletero de un antiguo y flamante “Moskwitsch” de color  negro y con más kilómetros encima de los que quisiese recordar, y nos invitó a acomodarnos en su amplísimo asiento trasero. Él se puso al volante y arrancó. Su nombre era Darko; nos lo dijo al presentarse como asesor del presidente, uno de los cinco que éste tenía –matizó-. Él se encargaba de las relaciones internacionales y de organizar los encuentros de Balakov con la prensa. Había otro encargado de las finanzas, un tercero de asuntos estratégicos y militares, otro de los recursos del país y, por último, una especie de secretario compartido con el primer ministro, puente entre el Gobierno y la jefatura del Estado.
El coche enfiló una avenida con bulevares  en los que crecían altísimas palmeras, tres carriles por sentido, apenas unos cuantos automóviles circulando por ellas y el desierto lamiendo sus bordes a ambos lados. El día era claro y caluroso; 45 grados marcaba un termómetro a la salida del parking de autoridades del aeropuerto. Éste se iba quedando atrás, sólo identificable por la octogonal torre de control. Amersek Balakov concedía su primera entrevista tras acceder al poder y nos la concedía a nosotros, una pequeña publicación de contenidos económicos y políticos, el “International Resources Bulletin”. Seguramente, el hecho de que, a pesar de nuestro tamaño, hubiésemos desplazado un par de periodistas a cubrir la independencia de Osetia del Sur, había favorecido la elección. Eso, y el que durante bastantes meses me hubiese estado ganando la amistad del agregado de prensa de la Embajada de Rusia en Madrid, Yuri Oboznov. Fuera como fuese, el caso es que allí estábamos nosotros, dos jóvenes periodistas dispuestos a pasar a los anales de la profesión como los primeros en entrevistar al primer mandatario de la recién nacida República Independiente de Karakalpakstán.
La república había visto la luz después de diez años de guerra civil  en la que perdieron la vida más de 200.000 personas y en la que, además de los señores de la guerra locales, las tribus de las montañas y del desierto, y el numeroso Ejército Nacional de Tamaris Khan, tomaron partido tropas rusas, británicas, estadounidenses, francesas, alemanas, chinas y australianas. La represión inicial del régimen de Tamaris no tuvo repercusión en la prensa internacional ya que éste se encargaba de mantener un statu quo en la región que interesaba sobre todo a las potencias occidentales. La injusticia y las diferencias dentro del emirato eran silenciadas sistemáticamente salvo en las agencias rusas, nada competitivas por otra parte en el arte de la propaganda, en otro tiempo su mayor virtud. Parecían, tras el hundimiento de la Unión Soviética, dejar que el tiempo y los hechos confirmasen cualquier noticia, sin pretender arrimar el ascua a su sardina. Eso hacía que una pequeña agencia de noticias y muy pocos comunicados oficiales fuesen sus únicas armas de información, contrainformación y propaganda. La razón del desinterés de la prensa internacional sobre el país y su máximo mandatario era sencilla: fue la población rusa, todos descendientes de deportados, expatriados y exiliados de la antigua Unión Soviética, los que fueron salvajemente represaliados por el ejército de Tamaris con el único objetivo de expropiar sus empresas, terrenos y hasta sus coches particulares. Para entonces ya no eran soviéticos; tampoco rusos, ucranianos, bielorrusos o uzbecos. En realidad no eran nada más que habitantes de las tierras heredadas por Tamaris. Diplomáticamente, por lo tanto, poco había que hacer. Rusia vetaba en la ONU cualquier resolución que viniese de cualquiera de los otros cuatro miembros del Consejo de Seguridad pero, mientras tanto, Tamaris realizaba su limpieza étnica.
Tampoco China estuvo dispuesta a secundar las propuestas de su histórico aliado; el nuevo presidente, Xia Pin Wo, creía que un capitalismo salvaje precipitaría la hegemonía china en todo el mundo. Para camuflarse de cordero, el lobo debía cazar una oveja y, desde hacía algunas décadas, China venía comprando sistemáticamente la deuda soberana que cada Estado del Consejo de Seguridad ponía en el mercado y pretendía seguir haciéndolo hasta que el Consejo estuviese económicamente en sus manos. Convenía no levantar la liebre ni ponerse en contra de nadie, así que decidió tomar un papel neutral en el conflicto alegando que se trataba de un asunto regional. La cercanía del conflicto a Xiang había traído nuevos episodios de nacionalismo dentro de sus fronteras, algo que tampoco estaba dispuesto a consentir. La resolución de la Asamblea General fue pedir moderación y buen gobierno a Tamaris y dejar que la Historia siguiese su curso. Eso era tanto como decir que respaldaba el genocidio de Tamaris. Como en tantas otras ocasiones, nadie iba a pedir cuentas a la Asamblea.
Ante la pasividad del resto, Rusia empezó a armar a los señores de la guerra de las montañas y, paralelamente, anunciaba que introduciría en Irán el uranio enriquecido que llevaba reclamando durante años para usos civiles y que, una vez tras otra, se le había conseguido paralizar. Irán tendría la bomba si alguien ayudaba militarmente al régimen de Tamaris Khan.
Y empezaron los tiros.
Cuando no había concluido el segundo año de guerra, las tropas de Tamaris estaban prácticamente desarmadas, descabezadas y vencidas. Tamaris se recluía en su palacio del desierto rodeado de su guardia personal y mantenía tan solo bajo control un corredor de 200 km de arena y polvo hasta la vecina Turkmenistán. Hasta allí empezaron a llover contratistas estadounidenses, británicos, franceses y australianos. La ayuda llegaría por el corredor en forma de armamento y mercenarios, reclutados por las empresas de seguridad entre las maras y las tríadas, la contra, y cualquier otra organización de sicarios no vinculada formalmente con los países que las financiaban. Destruir era la consigna; reconstruir el objetivo. El premio; gas, petróleo y, sobre todo, alantar, el nuevo componente de moda, un perfecto desconocido antes de empezar el conflicto y recientemente coronado como el rey de los superconductores. Toda  la reserva mundial del preciado elemento se encontraba bajo los pies de Tamaris. El hallazgo hizo que la guerra se alargase aún otros siete años y medio y que los escrúpulos a la hora de discernir entre población civil y objetivos militares se viesen reducidos a papel mojado. Nadie, ninguno de los bandos, respetaba nada. La vida se canjeaba por el precio de una bala; dos equivalía a estar tirando el dinero. La corrupción se había convertido en el principal problema del régimen hereditario de Tamaris Khan.
Balakov emergió del frío. Ninguna agencia sabía de dónde había salido. Era uno más de los incómodos hombres del desierto, un jefe tribal al que nunca se le había visto la cara. Todas las agencias de información del mundo, encabezadas por la CIA, revisaron, una tras otra, el millón de cintas de vídeo que obraban en su poder para tratar de identificar al muyahidín que estaba comandando las tropas contra Tamaris. Balakov no aparecía por ninguna parte. Se controlaron todas las páginas web que servían de banderín de enganche de Al Qaeda y otros grupos terroristas afines. Nada. Ni rastro.
Balakov unió a los señores de la guerra contra el enemigo extranjero, aceptó toda la ayuda de Rusia advirtiendo que pagaría con alantar pero reclamando inmediatamente después de expulsar a Tamaris la independencia absoluta. Rusia aceptó y armó. Balakov fue implacable. Convirtió la región en un avispero y redujo drásticamente la esperanza de vida de los mercenarios. Se decía que en Karakalpakstán se entraba pero no se salía. Desgastó tanto a los contratistas que la nómina resultaba impagable sin la moneda acuñada del alantar. La guerra acabó en un par de meses después de abandonar el país el último agente extranjero. Tamaris estaba solo. Fue capturado vivo, abandonado por familia y amigos. Balakov convocó a unos cuantos medios llegados en su mayoría desde Rusia, presentó al reo y le acusó ante las cámaras de haber traicionado al pueblo y a la nación. Desenfundó su semiautomática y, sin cruzar una sola palabra más con Tamaris, le descerrajó un tiro en la frente mientras le miraba serenamente a los ojos.
La imagen de la ejecución de Tamaris dio varias veces la vuelta al mundo. Balakov no se inmutó ante las acusaciones de asesinato. Allí mismo anunció la constitución de la nueva república de corte nacional -al margen de intromisión extranjera- y socialista -por contraposición al islámico régimen de Tamaris-, la promulgación de una nueva constitución en el plazo máximo de tres meses (constitución en la que llevaba trabajando casi desde el inicio del conflicto), tiempo límite para convocar a la ciudadanía a un plebiscito sobre la misma (algo, lógicamente, innecesario. Balakov era el héroe del pueblo, el hombre que había acabado con una guerra de diez años y había cauterizado la herida por la que se desangraba el país).
Éste era el Amersek Balakov con el que nos íbamos a entrevistar al año de triunfar la revolución, el hombre del que nadie tenía más datos.
La carretera por la que llevábamos veinte minutos circulando terminó abruptamente en una serie de blindados cruzados en la calzada, barricadas de cemento y guardias armados con fusiles de asalto AK-47. Darko se identificó por los tres y avanzamos hasta un muro exterior coronado con alambre de espino y una barrera con más guardias. Tras ésta, un oasis en medio del desierto. Edificaciones de una altura, fuentes, jardines y piscinas. Darko aparcó a la entrada de uno de los bungalows centrales del complejo. Todas las construcciones estaban pintadas en blanco y resaltaban sobre el ocre del desierto. Abrió la puerta de la vivienda y nos invitó a que nos acomodásemos. Allí tendríamos todo lo que necesitáramos. Un servicio telefónico podía proporcionarnos cualquier otro antojo, desde un taxi para ir a la ciudad hasta una cena fría de madrugada. Bebidas alcohólicas y prostitutas no entraban en el menú, naturalmente pero... “nací en Siberia, caballeros” -anunció Darko mientras abría el mini bar camuflado tras una de las alfombras que colgaban en la pared-.  En el complejo podíamos utilizar nuestros ordenadores y la conexión a internet era mucho más rápida de lo que cabía imaginar. En cinco días veríamos al presidente. Éste era el tiempo que teníamos para documentar nuestra entrevista, hacer un poco de turismo y formarnos una imagen global del país.
Tras acomodarnos, fue eso, precisamente, lo que hicimos. Los taxis corrían a cargo de nuestro anfitrión, así que solicitamos uno y le pedimos al conductor que nos llevase al centro de la ciudad.
Bangdsi mostraba bien a las claras los estragos de la guerra y los recientes esfuerzos por su reconstrucción. El hotel más alto de la ciudad era el Tamerlan Hotel, en su día uno de los más pequeños y económicos de la ciudad y que, tras sobrevivir a los intensos bombardeos, se había convertido con sus cuatro plantas de altura y sus 24 habitaciones, su bar y su terraza, en el más concurrido y cómodo; el resto había caído bajo el fuego de los obuses. Prácticamente ninguna casa se libraba de mostrar en sus fachadas las heridas de los combates y muchas no eran más que una demolición. Algunos minaretes sobresalían en el skyline de la ciudad, un par de madrasas seguían animando la vida cultural y comercial de la misma y se conservaba algún tramo intacto de la milenaria muralla, en tiempos pretéritos emblema de la urbe, con el caravasaray reconvertido en mercado de abastos. Las plazas servían también al comercio en forma de pequeños puestos en los que se vendían todo tipo de artículos, principalmente comestibles de primera necesidad.
Con todo, había mucha actividad en sus calles. Las labores de reconstrucción eran evidentes aun sin grúas que las delatasen, como si el pragmatismo de sus nuevos dirigentes hubiese llevado a estos a la conclusión de que no merecía la pena levantar grandes estructuras, presas fáciles para los oteadores artilleros. En su lugar la ciudad se había pensado extramuros y ganando terreno al desierto, extendiéndose más allá de las cinco colinas que históricamente la habían contenido. El comercio, tradicional fuente de ingresos, respiraba de forma autónoma y todo se compraba y se vendía en sus calles. Los cambistas se concentraban en mezquitas y madrasas y la impresión general era de extraña alegría.
Tomamos una cerveza en la terraza del Tamerlan; éramos el centro de atención de los pocos extranjeros que poblaban sus mesas y de todos los nacionales que pululaban sirviendo o vendiendo baratijas. El camarero que nos atendió se animó a preguntar por nuestro origen y, cuando supo que éramos españoles, su amabilidad y sonrisa crecieron; no éramos odiosos franceses o británicos. Mientras Juanjo conectaba con la redacción en Madrid para dar novedades, yo saqué la cámara de fotos y me puse a tomar algunas instantáneas. Un grupo de chicos de no más de quince años se arremolinó en torno mío y forcejeó para salir en mis fotografías. El camarero vino con las cervezas y echó a la chiquillería con palabras que sonaban amables, sin gritos, como si les conociese a todos, como si se tratase de sus sobrinos o de los hijos de su vecino. Se sentaron en el bordillo de la glorieta y siguieron mirándonos.
Los días siguientes viajamos mucho. La intención de Darko era que visitásemos todo el país, algo que podía hacerse en cortas excursiones de una jornada, volviendo cada noche a dormir a Bangdsi. Como digo, todo el país era una demolición pero, para nuestra sorpresa, la gente mantenía una actitud vital ante el infortunio, comprometida en la reconstrucción del país. Si en algún punto del globo podía experimentarse eso que los periodistas llamábamos “el orgullo del tercer mundo”, sin duda éste era el lugar. Cualquiera con el que nos cruzásemos nos hablaba del nuevo futuro del país, de los logros conseguidos en los últimos doce meses con expresiones del tipo de: “¿ven ustedes estas casas? Hace un año no había más que socavones”. Y siempre que preguntásemos por el presidente las muestras de adhesión llegaban al paroxismo. No había lugar a dudas: Amersek Balakov era el mejor hombre del mundo. Muchos se jactaban de haber combatido a sus órdenes, o de haber recibido su visita cuando peor lo estaban pasando. Según decían, era un hombre distante en el trato, magnánimo en su comportamiento, parco en palabras, reflexivo y con una fuerte determinación. Muchas de las historias que nos contaron caían más en la fábula que en la realidad, en la exageración desmesurada de sus aptitudes como militar, como presidente, como libertador... era el súper hombre del Asia Central.
El día señalado para nuestro encuentro con el presidente, Darko nos custodió hasta el salón en el que se realizaría la entrevista. Era el salón de invierno, orientado al mediodía. A través de las ventanas llegaba el murmullo de una fuente en el centro del patio. Una vez evaluadas las mejores opciones de luz, Juanjo empezó a desplegar el trípode de la cámara. Probábamos nuestros equipos cuando entró Balakov de forma discreta. Vestía un isthón negro y un chapán también en seda negra con bordados en gris. No llevaba sombrero. Entró precediendo a Darko con una expresión amable y hospitalaria. Darko se adelantó para hacer las presentaciones. Balakov extendió su mano y mantuvo la mía retenida unos segundos mientras con la izquierda me aferraba la muñeca. Sus ojos me miraban fijamente. Dijo unas palabras de bienvenida mientras me saludaba y las terminó en una amplia sonrisa.
-Es un gran honor tenerles entre nosotros -tradujo Darko al inglés. Durante toda la entrevista él haría las funciones de intérprete.
Balakov saludó también a Juanjo y se sentó en el sillón que habíamos preparado junto a la ventana. Tras unas primeras palabras de cortesía, agradeciendo que hubiese tenido a bien el concedernos la primera entrevista que daba, quise pasar al meollo del asunto. Darko nos había concedido dos horas de la agenda del presidente y había que darse prisa. Balakov devolvió la pelota a nuestro tejado y nos dio pruebas de que conocía perfectamente nuestro trabajo. La cámara ya estaba grabando.
 -Hemos podido viajar un poco por el país -comencé- y hay que reconocer que su pueblo le tiene en gran estima. Parecen ilusionados con el futuro que se abre ante ustedes. Debe suponer una gran responsabilidad no defraudar a todo el pueblo después de haber ganado una guerra –afirmé-. Darko tradujo y Balakov se tomó unos segundos para contestar.
 -El pueblo ha sufrido mucho; un día sin guerra es una gran noticia. Un día sabiendo que al siguiente no habrá guerra es un gran futuro -Balakov hablaba lentamente, dejando resbalar las palabras, sin precipitación-. La gente quiere vivir en paz, ver crecer a sus hijos, prosperar poco a poco en sus negocios. Eso sólo puede proporcionarlo la paz. A nosotros, ésta, nos ha costado mucho -meditó unos instantes-. Hemos visto diezmada nuestra población. Todos hemos perdido a un ser querido. Padres, mujeres, hijos, hermanos… La responsabilidad de cualquiera que esté en mi lugar es garantizar la paz al precio que sea; al precio de su propia vida, si es preciso.
 -Ustedes están preparando una nueva constitución. ¿Qué líneas se están marcando en su redacción?
 -No nos marcamos más líneas que las del servicio a la nación. Exteriormente se nos ha criticado mucho, tal vez porque ven que no consentiremos injerencias extranjeras.
 -Sí, pero ustedes tienen una fuerte supervisión por parte de Rusia -interrumpí.
 -Rusia nos ha ayudado, sí. Rusia es un pueblo hermano, pese a quien pese. Ha sabido respetar nuestra independencia y por eso estamos en deuda con ellos. Eso no significa que vaya a determinar nuestro futuro.
 -Me interesa saber cómo van a desmontar todo el régimen de Tamaris.
Balakov no se alteró al escuchar de mis labios el nombre de la persona que había sido su rival en el campo de batalla.
 -En estos momentos ya no hay tal. Hemos pasado de una monarquía a una república. Mis hijos no heredarán ningún trono. Mis hijos no verán en la nación su propio terreno, no tendrán que ser parte de lo que escriba la Historia sobre este país.
Balakov se tomó su tiempo.
 -Emersek Balakov  finalizará su mandato dentro de cuatro años y otro pasará a suceder la jefatura del Estado. Ésta es la primera ley que salió de nuestra pluma hace ya nueve años, cuando aún peleábamos contra los extranjeros y contra el propio Tamaris. Fue al principio de la guerra, tras la revolución. Entonces supimos por qué estaban en nuestro suelo los extranjeros y por qué ayudaban al tirano; ya entonces supimos cómo poner freno a la codicia de los mandatarios. En cuanto a las estructuras del régimen anterior fue fácil acabar con ellas. Todas eran estructuras personales, hombres de confianza encargados de tal o cual asunto; muerto el perro se acabó la rabia. Sé que esto sonará duro en su país. Ustedes tienen una democracia vieja, pueden permitírselo; nosotros sabemos que la paz es hija de la justicia social y que, sin ésta, no hay futuro. Eliminamos a los hombres que robaban el futuro del pueblo. Era nuestro deber. En realidad, el régimen de Tamaris no tenía estructuras. La Policía, los alcaldes, los jueces…todos eran nombrados por el propio Tamaris. Los ministros, los registradores de la propiedad, todos. Los hombres de confianza nombraban a sus propios ayudantes y éstos a los suyos. La red era la del miedo y la corrupción. Nadie podía respirar tranquilo. Cuando aniquilamos a la camarilla, el país encontró la paz. Llevamos ya muchos años trabajando en ella con las herramientas de la guerra.
 -Pero ahora tienen que formar un Estado… -afirmé-.
 -Es por lo que pasaré a la Historia; al menos de mi país. Mi única misión ahora es formar ese Estado. En días presentaremos al pueblo su nueva constitución, un texto sencillo y claro, líneas generales de actuación -Balakov hablaba ahora con pasión-. Es muy importante que el pueblo la sienta como propia. Yo creo que ya lo hace. No hemos querido imitar a ningún otro texto legal. Simplemente hemos recogido las pocas normas por las que nos hemos regido siempre tratando de eliminar el elemento corruptivo.
 -Y, ¿cuál es este? –pregunté-.
 -Las estructuras de partido, naturalmente –contestó Balakov convencido de lo que decía, con la seguridad de quien lo ha vivido en sus propias carnes-.
Parecía claro que lo que iba a instaurar era una nueva dictadura; que el poder había pasado de Tamaris a Balakov, pero nada más. La ilusión del pueblo era la falsa ilusión de haber ganado a unas potencias extranjeras, el orgullo de haber sido más fuertes que los más fuertes, pero ahí se quedaría todo. Con el tiempo volvería el viejo sistema. Balakov pudo leer la desconfianza que habían generado sus palabras en mis ojos. Me volvió la espalda, se asomó al patio y posó la mirada en la fuente. Sus pensamientos estaban muy lejos.
 -Sé lo que piensa –dijo al cabo de unos segundos-. El pueblo no verá la libertad porque cree que soy un tirano más del Asia Central. Se equivoca. Mi misión es garantizar la libertad de mi pueblo. Lo llevo haciendo desde que se descubrió el alantar. Ese pedrusco sideral lo es todo. Es la libertad y la muerte; la seguridad y la esclavitud. Durante milenios nuestros mayores veneraron en la piedra la mano de Dios. Dios había marcado con ella el sitio en el que habría de predicar el profeta. Hoy sabemos mucho más del meteorito de lo que sabían nuestros mayores. Sabemos que contiene en un 90% un mineral extraterrestre y, desde hace una década, sabemos que ese mineral es el futuro de las comunicaciones -a Darko le costaba traducir a la misma velocidad a la que hablaba Balakov y se esforzaba para que la traducción no se solapase con lo que estaba diciendo el presidente-. Lo que generó la guerra y la entrada de las potencias extranjeras fue el control de la piedra. Se han buscado con denuedo otras piedras. La búsqueda ha sido infructuosa. Todo el alantar que hay en el mundo está aquí. Es el mejor superconductor conocido. ¿Sabía que el mundo podría presenciar la más importante de sus revoluciones tecnológicas sólo con cinco gramos del extraño metal? Imagine lo que la industria podría lograr con la media tonelada que pesa nuestra piedra. ¿Cree usted que si no fuese por ella estarían hoy aquí? ¿Qué a algún medio de comunicación le hubiese interesado tanto el nacimiento de un nuevo país en el Asia Central como para desplazar a un par de periodistas? Las manos de los hombres son codiciosas; el alantar es peligroso –sentenció-.
En ese momento entró una mujer con una bandeja que dejó sobre una mesa baja del despacho.
 -Tomemos un té –dijo Balakov-. Luego les seguiré hablando de mis proyectos.
Por primera vez comprendía la trascendencia de aquel hombre, la soledad del mandatario, su visión de la Historia desde la atalaya del poder. Comprendí que él era la llave de lo que habría de llegar, porque era la llave del alantar, seguramente el punto de inflexión de la humanidad, la próxima frontera del conocimiento. De su honestidad o de su codicia, de su habilidad como hombre de estado o de su torpeza como cacique tribal dependían las próximas horas del mundo. Él lo sabía, pesaba sobre sus hombros no sólo el futuro de Karakalpakstán sino el de toda la Humanidad.
 -Otros países vecinos tienen petróleo y gas; nosotros tenemos el alantar. Hay que garantizar que la piedra redunde en el bienestar  del pueblo Karakalpakstaní. Ya hemos pagado un precio muy alto por lo que simplemente fue un capricho del cosmos: cayó aquí, en nuestro suelo, como pudo caer en Wall Street. Pero cayó aquí.
La pregunta me quemaba en la boca.
 -¿Qué va a hacer con el alantar, señor presidente?
 -Después –dijo Balakov-. Primero le hablaré de los cambios que estamos haciendo en mi país. Como le decía hace un momento, la paz es hija de la justicia. Y lo que estamos necesitando más es justicia, reparación. Abogados, jueces, tribunales, un cuerpo de letrados, un colegio de hombres justos que garanticen que ninguna injusticia queda impune. Justicia rápida, leyes justas. Carecíamos de ello hace sólo unos meses. Sin embargo, nuestras universidades siempre han dado buenos abogados. Desde abajo, cada municipio, cada aldea, tendrá un juez y un tribunal local para juzgar aquellos delitos más graves. El Tribunal Nacional conocerá los delitos de Estado. Sus miembros son elegidos por los jueces de la nación. Tienen todo el poder. Ni el presidente puede escapar de su acción.
Cuando Darko terminó de traducir la respuesta del presidente Balakov guardé conscientemente unos segundos de silencio. Quería que notase mi disconformidad por su evasiva. Creo que logré mi propósito.
 -¿Qué van a hacer ustedes con el alantar, Sr. Presidente?
 -A todos ustedes sólo les preocupa este punto. El alantar está bien custodiado.
 -¿Está en Karakalpakstán o ha salido ya del país?
 -Una buena parte está aún aquí. Algo menos de la mitad. El resto, en Rusia, en un lugar que sólo conocemos el presidente de Rusia, el Consejo Nacional y yo mismo. Como comprenderá no voy a desvelar dónde -Balakov estaba molesto y se le notaba. De repente cambió el tono de su voz y se volvió más conciliadora-. ¿Quiere ver parte del metal?
 -¿Por qué tiene Rusia el alantar? –interrumpí-.
Si Balakov no se encontraba cómodo con las preguntas, no se filtraba por la expresión de su rostro.
 -Nosotros no tenemos la tecnología para desarrollar toda su potencialidad. El meteorito cayó en nuestro suelo pero los adelantos que pueda haber traído del espacio pertenecen a toda la Humanidad. No sería justo que sólo pudiésemos disfrutar nosotros de ello. Rusia capitalizará su desarrollo a cambio de garantizar nuestra independencia del mundo. El acuerdo es paz por alantar; creo que es un trato justo.
 -Sin duda -concluí-, pero hay muchas voces que aseguran que usted ha sacado el metal de Karakalpastán en beneficio propio.
 -Como presidente del país a mí me corresponde una parte del alantar, una parte que no puedo donar porque es un seguro de vida para mi pueblo.
 -Dicúlpeme, presidente, pero no entiendo nada –dije-.
 -¿Quiere ver 'mi parte'? -insistió Balakov con la expresión del que te enseña su colección de sellos-. Es un regalo de mi pueblo. Un regalo muy especial.
Balakov se dirigió a Darko en voz baja y Darko salió de la habitación disculpándose y asegurando que volvería en un instante. Darko regresó con un pequeño cofre del tamaño de un joyero y se lo entregó al presidente. Balakov me extendió la caja. Encajada en un fieltro verde había una bala de automática, un calibre 9mm. Bajo ésta, una plaquita dorada.
Emerset Balakov
1er Presidente de la República Independiente de Karakalpakstán
En atención a los servicios prestados a su pueblo
11,705gms Alt
 -¿Qué es esto? -pregunté.
 -Una bala, naturalmente. Es la bala que me tiene reservada el Consejo Nacional para el caso de que el Tribunal determine, al final de mi mandato, que actué contra la República. Está recogida en nuestra constitución, en la constitución que votaremos en pocos días. Esta es mi parte del botín. Poco más de 11 gramos de alantar será todo lo que me lleve a la tumba en caso de resultar culpable. En tres años comenzarán las investigaciones.
Yo seguía sin entender el sentido de sus palabras, de la caja y de la bala que había dentro. Pedí permiso con la mirada para sacar la bala del estuche. Juanjo giró la cámara para tomar un primer plano de mi pulgar y mi índice sujetando el pedazo más grande de alantar que podría tener en mis manos en toda mi vida.
 -La constitución lo recoge. No se alarmen; sólo me ajusticiarán si soy encontrado culpable de algún delito que atente contra la patria. Y, eso, no va a pasar. A cambio, mis hijos heredarán este pedacito de alantar. El hombre que me suceda, tendrá también la suya. Es la única ventaja tangible de ser presidente de Karakalpastán.
Juanjo y yo nos miramos. Pensamos al principio que habíamos entendido mal a Darko o que éste se había confundido en la traducción. Darko comprendió nuestro aturdimiento y, quitándome elegantemente la bala de las manos, habló por primera vez fuera de la traducción.
 -Yo custodio hasta entonces la bala. Si el Tribunal Nacional encuentra culpable a nuestro señor presidente, yo seré el encargado de ejecutarlo.
Balakov sonreía serenamente con los ojos cerrados mientras llegaba hasta sus oídos el arrullo de la fuente.


martes, 10 de diciembre de 2013

Audio del programa 'Lo hablamos el sábado', emisión del día 9 de noviembre del 2013, día de Nuestra Señora de la Almudena. Nueve etarras salen a la calle. Hablamos también de la manipulación en los datos de paro y EPA.

Audio

domingo, 8 de diciembre de 2013

Motivos para una huelga

La huelga es el último recurso de presión que le queda al trabajador para reclamar de la dirección de la empresa lo que es legítimamente suyo. Es el último recurso una vez agotados todos los mecanismos legales que no suponen la paralización de la actividad productiva y el último previo a la extinción de la empresa misma. Bien sabe el trabajador la importancia de la huelga porque supone la quema de las naves en un viaje sin retorno. Si la huelga triunfa, bien para ambos; si fracasa, es el fin. Por eso hay que ayudar a entender al empresario que la huelga no se hace contra la empresa, y que se termina en ella porque se han agotado todos los cauces humanos y divinos para lograr la negociación o el entendimiento.
En nuestro caso, nunca una huelga estuvo tan justificada. Los trabajadores de CRISA, SAUZAL e INTERECONOMIA no vamos a la huelga por una mejora de las condiciones salariales, algo para lo que estaríamos perfectamente legitimados; no vamos a la huelga por una mejora de las condiciones laborales, siendo estas casi de esclavitud, con obras paralizadas, salidas de emergencia inexistentes u obstaculizadas, cables por todas partes, condiciones de salubridad precarias...; y sobre todo, no vamos a la huelga porque seamos unos vagos que se han cansado de trabajar. Los trabajadores de Modesto Lafuente, 42 han demostrado una profesionalidad y lealtad al Grupo Intereconomia y a la figura de su presidente, Julio Ariza, fuera de toda discusión y de toda duda, algo reconocido incluso por sus mandos intermedios cuando creen que no les oyen los gerifaltes. Son precisamente esos gestores de la chapuza los que se atreven a decir, cuando algunos trabajadores acumulan hasta siete u ocho nóminas de atraso, que el trabajador es incapaz, incompetente y vago.
Desde la calle Espronceda, quien lo quiera ver, pude asomarse por la rejilla de la ventana y ver una redacción que más parece un taller clandestino de costureros chinos (tal vez porque a estos genios de las finanzas es lo que les hace falta: chinos, con sueldos de chino y pasaporte español).
Los trabajadores hemos aguantado el tirón de la crisis y, los más díscolos, nos hemos atrevido a denunciar a la empresa el impago de las nóminas adeudadas (derecho que corresponde a todo español por ley); la mayoría, por si eran despedidos, perjudicados o señalados, con familias y situaciones personales muy complicadas, prefirieron creer en lo que los edecanes de Ariza les contaban (algo totalmente legítimo pero que se ha comprobado absolutamente inútil por lo reiterado de la mentira en las palabras de la dirección). Se haya actuado a título particular o decidido a aguantar un mes más, mes tras mes, lo cierto es que la paciencia se ha colmado.
La empresa, que nunca ha querido la presencia de sindicatos en sus instalaciones, hoy tiene que bregar con un comité de empresa formado por una pinza de siglas, desde la ultraizquierda a la ultraderecha, en una demostración que acusa al interpelado y le imposibilita la defensa de que, por sentirse "orgullosos de ser de derechas", son los sindicatos de izquierda los que le acosan y tratan de derribar mediante boicot. Una situación de la que puede sacar poco partido porque, habiéndose mostrado siempre hostil a la acción sindical, el sindicato, desde el falangista TNS hasta la anarquista CGT, hoy está presente en la vida de Intereconomia. El becerro dorado tendrá que ser lidiado ahora por esa verdad eterna y sin matices que señalaba José Antonio de que el sindicato, la familia y el municipio son las entidades naturales de la persona humana; que es en el seno de una familia como se viene al mundo y se aprende todo; que es unido a un pueblo como se hace uno persona y que es atado a un trabajo como uno se gana el pan, construye la patria (no la marca España, la patria) y logra alcanzar la justicia social.
Cuando nos consta que madrugadores empleados tienen que acudir a las bolsas de caridad de emergencia de Cáritas para poder llevar algo de comida a sus neveras, exigir el pago del salario que se acordó en el contrato firmado por ambas partes es de justicia, de la más elemental y básica justicia.
No tiene defensa la empresa que en su ideario afirma seguir los preceptos de la Santa Madre Iglesia para negar tal reclamación ya que es pecado que clama al cielo, y reconoce la Iglesia, negar el salario justo al obrero.
Sabemos que entre los trabajadores hay mandos intermedios, presumimos que en situación no tan alarmante como la de los demás (algo que tampoco nos importa), dispuestos a seguir las directrices de la cabeza rectora -por un supuesto "bien común" que ya se ha destapado "mal de todos"- para que la huelga sea un fracaso. Les decimos que están en su derecho de no secundarla. Que el sistema liberal que preconizan no sólo les da la razón sino que aplaude su abnegado trabajo en pos de una economía de mercado donde el hombre y su esfuerzo no es más que un elemento necesario pero nunca principal. Que a pesar de sus palabras, la persona no es el eje sobre el que ha de girar la economía, sino una herramienta más de esta, comparable a las mulas de carga o a los ordenadores de la redacción. Les pedimos, a ellos, que se han mostrado siempre más católicos que el Papa, hijos de la Iglesia (y no de la secreta), comprometidos con los 'principios y los valores' que dicen abanderar, que hagan examen de conciencia cuando se arrodillen ante un Sagrario y se pregunten si es lícito que, para que sus vidas no se vean trastocadas por el infortunio, otros tengamos que admitir cómo se nos roba el pan de la boca de nuestros hijos con la mansedumbre del siervo.
"Porque no eres ni frío ni caliente te arrojaré de mi boca"- dice el Evangelio. Bien, pues se ha acabado el tiempo de la tibieza.

Plato de la trinchera

El nombre puede parecer excesivo pero es más que acertado por varias razones: se prepara en frío y, salvo en su versión infantil -que requiere horno-, ninguna otra fuente de calor es necesaria; lo he dedicado a la festividad de la Inmaculada Concepción de María, patrona de España y de la fiel Infantería y que hoy celebra la Iglesia; y su aspecto es el del cuerpo médico de la trinchera del frente. Pero está de muerte, además de ser para economías de guerra.

Salen las cantidades un poco a ojo, aviso.

Ingredientes:

1 kg de carne picada de vacuno
1 cebolla grande
Tres dientes de ajo
Perejil fresco
Pimienta
Sal
1 huevo
Un chorrito de aceite balsámico de Módena
Otro de salsa de soja
Un dedo de vodka o aguardiente
1 limón o una lima

Por partes: picamos muy fino, muy fino los tres o cuatro dientes de ajo, la cebolla y el perejil -que ha de ser fresco para que nos añada clorofila-. Lo ponemos todo en un bol de cocina hemisférico -es decir, uno que no tenga el fondo plano porque vamos a tener que mezclar los ingredientes-, junto con la carne, el huevo, la pimienta (bien de pimienta) y la sal. Hemos añadido los sólidos. Mezclamos todo bien con un tenedor hasta que nos haga una pasta. Estará espesa, así que vamos a ir añadiendo líquidos. Primero el de Módena, un chorrito, sin exagerar. Un par de vueltas de tenedor. Ahora la salsa china, tracatá y otro par de vueltas de tenedor en el bol. El dedal de vodka puede aumentarse a dos dedales al gusto del consumidor y, finalmente, un buen chorro, abundante, de limón o lima. Ahora se entenderá lo de la enfermería de campaña. El resultado final es un magnífico Tartar que ha de comerse crudo. Vamos a remover todo bien y a dejar que macere un rato (hay que ponerle una calle en Madrid al que inventó la palabra maceración). Por llevar vinagre, vodka y limón, la maceración es una forma de cocción y no necesita fuego. Nuestro plato, delicioso y no apto para vegetarianos ni corazones remilgados, está listo. En caso de que se nos haya ido la mano con los líquidos siempre podemos agregar un poco de pan rayado para espesar la masa. Y, como en todas las casa debería haber algún niño, para estos podemos separar un poco de nuestro tartar y, engrasando un poco un molde de horno, dejarlo cocer a 200© durante 10 minutos con alguna decoración en queso para que gratine. No suelen protestar.

PD. A este post le añadiré fotos paso a paso cuando lo prepare en casa

jueves, 5 de diciembre de 2013

Audio programa 'Lo hablamos el sábado'

Audio del programa 'Lo hablamos el sábado' correspondiente al sábado 2 de noviembre de 2013 en el que con Carlos Rodríguez, jefe nacional del sindicato TNS y Jesús Muñoz, jefe nacional de Comunicación y Prensa del Sindicato TNS sobre la figura de Ramiro Ledesma Ramos, fundador delas Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas (JONS)

Audio
 

sábado, 23 de noviembre de 2013

Haiku a los conquistadores de voluntades

No os angustie la muerte, marchad.
Allá adonde habéis de ir
No estuvo nadie jamás

viernes, 22 de noviembre de 2013

Audio programa 'Lo hablamos el sábado'


 Audio del programa 'Lo hablamos el sábado' correspondiente al sábado 26 de octubre de 2013. Hablamos con Carlos Rodríguez, jefe nacional del sindicato TNS y con Francisco José Alcaraz, secretario general del Voces Contra el Terrorismo sobre la excarcelación de etarras tras la derogación de estrasburgo de la 'doctrina Parot'


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Nacionalización de la banca (II)

Dejando aparte las acciones jurídicas que tuviesen que llevarse a cabo y que, en ningún caso, pueden considerarse insalvables, el proceso de nacionalización de la banca llevaría aparejadas la toma de decisiones en ciertas materias. Digo que en ningún caso pueden ser consideradas de insalvables puesto que es la soberanía nacional lo que está en juego, el buen gobierno de la nación y la prosperidad de sus ciudadanos.

Por partes.

Como decíamos, la principal virtud de un banco es el ser motor de la economía nacional. En el caso de la banca privada, lejos de lo que creen muchos, su principal función también es esta, con independencia de la legítima obtención de beneficio para sus accionistas. La concesión que da el Estado a los bancos para la realización de esta actividad tiene como contrapartida el que la sociedad en su conjunto se beneficie de la posibilidad de conseguir crédito para su desarrollo económico a precio razonable y sin caer en la usura ni en la estafa. Si alguna de estas dos circunstancias se diesen, es potestad del Estado nacionalizar un servicio que en manos privadas no reporta beneficio alguno a la sociedad, antes bien la daña. Es el caso en el que nos movemos y escándalos sobre el particular saltan a diario a las primeras páginas de todos los diarios.

El Estado puede por tanto tomar dos decisiones: puede dejar que los bancos sigan estafando a los ciudadanos y a la nación en general, y puede decidir tomar cartas en el asunto y nacionalizar las empresas de crédito. Lo que no puede de ninguna de las maneras es tomar las riendas para socializar las pérdidas y, una vez puesto al día el banco en cuestión, saneado y rentable, ceder la explotación de su beneficio a un particular y, sobre todo, si este particular era el gestor del banco previo a su rescate.

Nacionalizado un banco, sería coherente pensar que, en libre competencia, ningún otro banco privado pudiera dar crédito más barato ni ofrecer condiciones más ventajosas que el propio banco nacional. Pero si lo hubiese no hay porqué pensar que no pudiese obtener beneficio con su actividad, sin duda, mucho menor que el que ahora obtiene. De tal manera que, si la prestación del servicio puede ser atractiva para un banco, no habría impedimento para su presencia. Sería la ley de mercado, la ley de la oferta y la demanda, la que haría que una empresa cualquiera decidiese financiarse a través de la banca pública o de la nacional. Y, supongamos, que, con el tiempo, la banca privada no viese beneficio alguno para operar en España, ¿dejarían de tener por eso las empresas necesidad de financiación? Creemos que no. Y creemos de igual manera que no pasaría nada porque en España hubiese un sólo gran banco nacional, como lo es el Sareb, pero en bueno.


Muy bien, ya tenemos nuestro 'Banco Nacional' (lo llamaremos así por comodidad) operando, dando crédito y financiando proyectos empresariales que producen beneficio a empresas y particulares, generando empleo a través de la actividad económica relanzada y revitalizada, ocupando todos los sectores económicos del país. Produciendo, produciendo y produciendo. Cubiertas las necesidad propias de producción, un país como España, rica en todos los sentidos, en todos los ámbitos, rica también en el genio de sus empresarios y de sus trabajadores, se vería en la necesidad de exportar sus productos y, tal vez, otras capacidad de nuestro 'BN' sería necesaria que entrase en juego. Pero eso será materia de otro artículo.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Nacionalización de la banca (I)

Hay un tema recurrente. Un tema que, su simple enunciado, te sitúa automáticamente en el redil de los indeseables piojosos antisistema. No es otro que la nacionalización de la banca. Es tanto como decir que Dios no existe en el cónclave de sucesión del Papa; te echan de allí, seguro. La herejía liberal es muy grave.
Lehman Brothers, Goldman Sach o Merrill Lynch no son Boeings estrellándose contra las Torres Gemelas de Nueva York; son bombonas de butano en una corrala del XIX en un viejo barrio castizo. No son anomalías del sistema bancario, rarezas en la segura profesión de prestamista, ni víctimas de un momento puntual de la historia y de la insaciable voracidad de enriquecimiento de un grupo de negratas en una zona residencial con pistas de bascket y canastas para negratas. No, Lehman Brothers, Goldman Sach, Merrill Lynch, Bankia, CajaSur, Caja de Ahorros del Mediterráneo y tantas y tantas otras entidades financieras son la esencia del sistema liberal capitalista, los patronos, los pistones del motor de combustión de la economía de mercado.
No vamos a analizar una vez más la crisis de las subprimes porque sitios hay a patadas en internar para conocer los antecedentes, los hechos y las consecuencias de una crisis de proporciones globales.
Pero en una economía inmoralmente globalizada, lo que sucediera en EEUU tendría repercusión, naturalmente, en una pequeña, acomplejada y seguidista economía española, empeñada en aquellos años en copiar cuanto pudiese la economía del hermano americano. Que allí se concedían créditos sobre el 100% o más de la tasación de un inmueble, aquí, en plena fiebre de especulación inmobiliaria, en el reino del ladrillo, las hipotecas se hacían a 40 años y sobre las tasaciones más disparatadas, sin importar la capacidad real de endeudamiento del comprador. Así, una vez que reventó la burbuja, España destapó un agujero que se tragaba toda posibilidad de recuperación a futuro y se ponía a la cabeza de los países más endeudados del mundo.
De la misma manera que hablamos de la crisis subprime, empezamos a hablar de la prima de riesgo. Muchos no sabíamos lo que era y algunos seguimos sin saberlo. Luego el que si te rescato, que si no te rescato; que Alemania esto y Alemania lo otro...y los recortes, los brotes verdes y la luz al final del túnel.
Es la mentira liberal para tenernos entretenidos y no analizar en toda su extensión una realidad: los bancos crearon una crisis de la que obtuvieron beneficios. Conclusión: no fue una crisis ni económica ni financiera; fue una estrategia comercial. La miseria, el hambre y la ruina que han dejado a su paso son el resultado de la rapiña perpetrada por los que planificaron los escenarios de crisis.
Cuando cayó el sistema (aparentemente), hubo incluso líderes mundiales, como el presidente de la República Francesa entonces, Nicolas Sarkozy, que afirmaron que había que ir a una refundación del capitalismo, que hablaron de crisis del sistema liberal capitalista. Empezamos a hablar del sistema financiero como sector estratégico y, como tal, susceptible de ser tratado con guante blanco, esto es: rescatable. No podíamos dejar que los bancos asumiesen el coste de su usura porque eso supondría tener que cerrar, dar quiebra. La quiebra de un banco no podía ser tratada como la quiebra de la industria energética o metalúrgica (para entonces, los sucesivos gobiernos democráticos ya se habían encargado de que la industria pesada estuviese en manos privadas -la rentable- o desaparecida -la deficitaria). Su caída suponía el colapso del sistema, que la pequeña y mediana empresa no recibiese el crédito que necesitaba para su funcionamiento, que los particulares no pudiesen seguir endeudándose y consumiendo. Dado el relevante papel que le tocaba asumir, todos aceptamos lo inaceptable: había que rescatar a la banca.
Para sanear el sistema financiero el Gobierno se puso el traje de árbitro y montó el Sareb, banco malo, contenedor de la basura tóxica de depósitos impagables. Y empezó a financiar con ese Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria a las miles de cajas, bancos y fondos de inversión que aportaban luminosos a nuestros bajos comerciales. Primero sacamos del pozo a Caja Sur; la última fue Bankia, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid que, allá por el XVII fundase el Padre Piquer para alivio de menesterosos y que se había convertido, de la mano de enchufados niños pera en patio de monipodio para trapicheos electorales, pago de favores y Gürtels varios. Los políticos ayudaban a quienes les habían ayudado y financiado juergas y mariscadas democráticas. El Estado tomaba las riendas de las sociedades díscolas para, con el esfuerzo de todos, nacionalizando la deuda, sacarlas a flote. Se nos decía que era para el bien de todos. Todos hemos contribuido con nuestros esfuerzos a hacer rentables sus cuentas de resultados. Pero, a cambio de qué?
Todo tendría sentido si el 'Banco Nacional' hubiese servido para garantizar el crédito y el flujo de capital para mover la maquinaria patria. Pero no era ese el fin. El fin, en realidad, era volver a hacer atractiva la empresa y poder cedérsela a algún amigo que pueda explotar los beneficios. En definitiva, que se pueda volver a soñar con un nuevo renacer del ladrillo, de la financiación de hipotecas, del sueño de la especulación inmobiliaria. Los bancos, en el sistema capitalista, no están hechos para crear riqueza sino para amasarla. El paraíso capitalista es el paraíso fiscal del dinero negro en sociedades opacas en islas del Caribe. Es la cueva del tesoro del pirata Drake. Es el jet privado de uno a costa de la miseria y el desahucio de miles.

martes, 19 de noviembre de 2013

Audio programa 'Lo hablamos el sábado'

Audio del programa 'Lo hablamos el sábado' correspondiente al sábado 19 de octubre de 2013. Hablamos de la suciedad de Madrid, días antes de que se iniciase la huelga de basuras

Audio 1
Auidio 2

lunes, 18 de noviembre de 2013

Audio programa 'Lo hablamos el sábado'

Audio del programa 'Lo hablamos el sábado' correspondiente al sábado 12 de octubre de 2013, día de la Hispanidad

Audio



viernes, 15 de noviembre de 2013

SOS Filipinas

Caritas Española ha aprobado una primera contribución de 200.000 euros de fondos propios, que se enviarán a Caritas Filipinas para paliar las necesidades más urgentes que se centran en agua, alimentos, medicinas, material de saneamiento, refugio y albergue.

Las Cáritas Diocesanas, entre ellas la de Zaragoza, se han unido al llamamiento hecho por Cáritas Española. Las aportaciones deben dirigirse a las siguientes cuentas 2085-0113-62-0300027229 de Ibercaja y 2086-0004-05-0700657443 de Caja Inmaculada (CAI).


jueves, 14 de noviembre de 2013

Lo que se pudre en este mundillo

No, el periodismo no murió con internet. De hecho, internet revitalizó en parte la profesión. El periodismo murió con los periodistas. Murió con los bancos. Murió cuando se alejó de su cometido y se metió en jardines que no eran de su competencia. Murió cuando se convirtió en instrumento de propaganda y en mercadillo de chanchullos varios. Murió, o está muriendo.
Siempre habrá periodistas que suministren al enfermo terminal una bocanada más de aire. Periodistas independientes que no vivan subidos a los barcos encallados de los grandes medios.
Pocas profesiones habrá en el mundo más corporativistas que esta. Entre nosotros somos capaces de defender lo indefendible siempre que lo haya llevado a cabo un compañero de profesión. Creo que el corporativismo es la primera asignatura a cursar en primero de carrera y la que determinará, a la postre, lo alto que puedas llegar en la profesión. Digo que lo creo porque yo no he estudiado la carrera de periodismo pero me las he tenido que ver con un buen puñado de becarios recién licenciados que, aparte de envidias y admiraciones, pensaban que cualquier cosa dicha, escrita o televisada era cierta sólo porque saliese de la pluma o de la boca de un "reputado" periodista. Hablo de la autoridad de la experiencia, enemiga acérrima de la premisa básica de cualquier información: contrastar las fuentes. Si lo dice Mengano es cierto no porque sea cierto sino porque lo dice Mengano. El antiperiodismo, vamos.
Se agrava el problema en un tiempo en el que, según nos cuentan hoy, el público demanda más debate político y menos información. El santa santorum es el profeta mañanero, conocedor de todo pero especialista en nada, que pontifica sobre cualquier tema que le salga al paso, el proceso de enriquecimiento de uranio en Irán o los problemas de la industria conservera patria. Obligados a saber de todo, a tener opinión de cualquier cosa, criterio de la materia que sea, el "opinólogo", opina, con frecuencia, al pedo, más en un alarde de populismo que de honestidad profesional, buscando quedar bien con la audiencia o sus lectores, ansioso del aplauso democrático. Si respalda la mayoría no es que sea bueno, es que es verdad. Y, así, la fidelidad al líder de opinión es comparable a la fidelidad al líder político. Tal vez de aquí lo de 'cuarto poder'.
El problema es que cuando no se sirve a la verdad, se sirve a la mentira. El periodista, hoy, está más dispuesto que nunca a hacerlo. El nivel de autocrítica alcanza en la minoría de los casos para ser consciente del fraude en el que se incurre; la mayoría, no llegará nunca a cuestionarse su papel en el mundo.
El periodista novato maneja alguno de esos mantras, axiomas y preceptos que le hacen creer en la profesión elegida, en su vocación como escritor o comunicador. Muchos de estos aforismos se han hecho de dominio público y los maneja con igual soltura un físico nuclear y un electricista. El periodismo es el cuarto poder porque fiscaliza la acción del Gobierno y sirve a la democracia para vacunarse contra el absolutismo. Las opiniones son libres; los hechos, sagrados. De todos, la personalización de la libertad de expresión en el periodista, así, de forma general y a cambio de nada, sin precio establecido, suele ser la más extendida y grave. Si alguien contradice al periodista y desmonta sus argumentos, ataca sin remisión a la libertad de prensa. Cuadratura del círculo en el que el encargado de velar por la limpieza del juego democrático se asocia con el que quiere mantenerla bajo la bota de su control.
El periodismo murió en los medios cuando decidieron que su negocio no era informar sino manejar la información en beneplácito de grupos empresariales o cuadrillas políticas. Pero muere cada día cuando un periodista calla lo que sabe y dice lo que interesa.
Una verdad a medias es una gran mentira, a ver cuando nos enteramos. De nada sirve la información si no hay formación. Y, hoy, según todos los estudios, tenemos la ciudadanía menos formada de todo nuestro entorno. Hemos fabricado borregos y, desde la prensa, hemos contribuido con ahínco en su fabricación. La revolución individual de la que hablamos siempre en este blog empieza por tomar conciencia del problema y provocar los cambios día a día.
Me decía un compañero que la dignidad no paga facturas. Esa es actitud del servil. Es la actitud que marca hoy el ritmo de las rotativas.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Público vs privado

Cuando en un país uno tiene que explicar que las empresas tienen un fin social es que algo no marcha bien. El liberalismo, la doctrina que triunfó tras el fin de la II Guerra Mundial, ha tenido desde entonces tiempo para adoctrinar a la población en dos ideas básicas. A saber: que la empresa privada siempre está mejor gestionada que la pública y que la primera tiene como único objetivo la obtención de beneficios. Cualquiera de estas dos ideas es falsa aunque su apariencia sea la de una verdad constatable, incontestable.
Empecemos.
El problema de la gestión dependerá siempre de que el gestor sea bueno o malo. Gestores buenos los hay en la empresa pública y en la privada. Y lo mismo ocurre con los malos. Se dice que en la privada, al tener que presentar resultados ante la junta de accionistas se está obligado a la buena gestión o, en el peor de los casos, a la gestión responsable. En la pública el dinero es de todos y, por lo tanto, dicen, de nadie. En la empresa pública los accionistas somos todos, que es diferente. Por tanto el celo del gestor público debiera ser mucho mayor que en la privada. Tradicionalmente, en otros países, la mala gestión de los asuntos públicos, no digamos ya el ser sorprendido en estafa, malversación, robo, tráfico de influencias o cohecho, o cualquiera de los delitos que hoy nos gusta sacar en los papeles a los periodistas, conllevaba la vergüenza para uno y para su descendencia, el oprobio, el destierro al ostracismo e incluso el harakiri. Aquí, en España, se solventa con unos días de prisión (realmente muy pocos para la gravedad del delito), suele no recuperarse nada de lo malversado e, incluso, como el juez no se ande con ojo, puede acabar inhabilitado si tiene la osadía de mandar a algún banquero a chirona.
Siendo esto gravísimo no supone tanto deterioro para la nación como la segunda de las afirmaciones. No, el único fin de la empresa no es la obtención de beneficios para el accionariado. Es tan falso como asegurar que Dios quiere más a los ricos que a los pobres y que, de alguna manera, el poderoso ya se ha ganado el favor de Dios. Calvinismo puro que funciona de maravilla en países calvinistas o de influencia calvinista. En España, pese a quien pese, católica, ni se puede ni se debe sostener semejante estupidez. La empresa cumple, ante todo, un bien social. Lo afirma nuestra constitución del 78 al afirmar primero la necesaria protección de la iniciativa privada y, más tarde, al garantizar (papel mojado como puede comprobarse) la dignidad del trabajo y el salario justo para el trabajador. Como concesión que es del Estado, la iniciativa privada está obligada a la consecución de puertos de trabajo dignos y dignamente remunerados. Es el contrato tácito que firma el Estado con el individuo que pretende beneficiarse de la explotación de recursos nacionales. Por tanto, y aunque desde el punto de vista del empresario la empresa se monte para obtener beneficios, estos están condicionados a la prestación de un bien social exigencia del Estado: puestos de trabajo que dignifiquen la persona, que permitan el desarrollo de la vida en sociedad. Pero esta obviedad no demuestra sólo la miopía de los empresarios liberales al mirar el drama real del empleo sino la ceguera absoluta del estado liberal, centrado y preocupado no en sus ciudadanos, aquellos de los que dice recibir el poder, sino en cuidar de sus engranajes de corrupción y tenerlos bien engrasados.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Canal 9

Pese a lo que opina mi buen amigo Rafael Nieto, trabajar como periodista no le hace a uno periodista. Tal vez por esto, por que no lo soy, no albergo corporativismo alguno entre mis sentimientos profesionales. Y, cuando hoy todos hablan del cierre del Canal 9, yo, creo, puedo mantener una posición más despegada que el resto de mis compañeros.
Por partes. El cierre de un medio de comunicación es una desgracia; el cierre de un medio de comunicación público es una tragedia. Además (soy el menos constitucionalista de los presentes y puedo demostrarlo), según los padres de la democracia, los medios de comunicación suponen el cuarto poder, el equilibro en la balanza, la garantía de que no se cometerán en el gobierno del pueblo arbitrariedades en el poder que pasen inadvertidas a la ciudadanía. Tal vez esta sea la más importante de las premisas para la existencia de la prensa. Una prensa que, además de fiscalizadora de la acción de gobierno, ha de ser, por encima de todo, libre. Bien pensado, es la única prensa posible; el resto es propaganda.
Los 1700 trabajadores del Canal 9 que irán a la calle, descontados directiva y cargos políticos colocados por la Generalitat, son profesionales cuyo único delito ha sido el de hacer su trabajo en la medida en la que se les ha permitido. Y digo esto porque cuestiono mucho que en Canal 9 alguien haya podido hacer su trabajo libre e independientemente. Quizás sólo los que daban las órdenes. O ni siquiera estos si es que las recibían del poder político o financiero.
El problema del enunciado con el que empezaba es que no hay nada más privado que una televisión autonómica. Ciertamente, la pagamos entre todos; ciertamente todos asumiremos el gasto del cierre (que lo tiene y bastante alto); ciertamente todos hubiésemos asumido el coste de su continuidad. Pero no es menos cierto que el servicio público brilla, en este como en todos los casos, por su ausencia y que es el olor a incienso el que impregna parrillas y pasillos. Servicios informativos laudatorios, serviles y afectos siempre al punto de vista del presidente de la autonomía en cuestión, tertulias convertidas en el reducto en el que se refugia lo más pelota e inútil de la profesión, espacios culturales para el adoctrinamiento, programas de entretenimiento para el lavado de cerebros... Todo huele a podrido en Dinamarca!
Las mentes "bienpensantes" aplauden a Fabra y se apuntan a la demagogia del argumento exhibido por el susodicho: "no quitaré ni una cama de hospital ni cerraré un colegio por Canal 9" -ha venido a decir. Lo dice un político que pertenece al partido de los recortes, de las privatizaciones encubiertas y de la austeridad entendida en cabeza del débil. Y lo dice a sabiendas de que el gasto en televisiones autonómicas está tan justificado en su comunidad, en cualquiera de ellas, como lo pueda estar un aeropuerto sin tráfico o una legión de asesores. Sobra Canal 9 como sobran los asesores o los aeropuertos sin aviones y sin pasajeros; como sobra ese mundial de F1 al que destinan una pasta pero que no provoca el cierre de colegios y hospitales. Porque, ahondando en la cuestión, lo que de verdad sobra es Alberto Fabra y las 17 CCAA que embotellan (no es un chiste) nuestro Estado.
Hemos oído decir a esas mentes "bienpensantes" que el empleo público no genera riqueza, que no produce. Se retratan. Y a uno se le hace insufrible tener que seguir, día tras día, demostrando lo evidente.

http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2013/11/06/527a21236843416e698b4586.html

martes, 5 de noviembre de 2013

Regreso

Se impone volver al tajo. Se impone hoy, 5 de noviembre, día en que hemos conocido un nuevo dato de empleo. Otros 87.000 españoles más al paro, a las colas para sellar una tarjeta que de derecho a un subsidio, taquillas donde se expiden billetes para pasar unas largas vacaciones en el infierno.
Se impone recuperar el hábito de la escritura para expresar lo que uno siente y sabe; para que sirva, si sirve, Dios sabe a quién o para qué. Se impone hablar, escribir, discutir, pelear, disertar; se impone pensar en alto para que cunda el ejemplo y llegue el día en que todos pensemos en alto. Nos quieren mudos e inventamos el lenguaje de signos; nos quieren sordos y nos tocamos; nos quieren ciegos y nos chillamos; nos quieren mansos y nos revelamos.
Se impone la revolución de las impresoras, del correr de mano en mano, una vez que se cierran los micrófonos. Cada vez van quedan menos altavoces para las gargantas disidentes.
Disidencia que no es una pose, que no es una tendencia, que no es la estética del dandi. Disidencia a cualquier precio. Al precio de la sangre y de la vida si fuera preciso. Está comprobado que estas, sangre y vida, ganan voluntades, vigorizan los músculos del pueblo e impregnan sus banderas victoriosas.
Hay un gran enemigo público con mil cabezas y un solo corazón rector. Un corazón para pensar por todos y mil cabezas para dividir los esfuerzos del combatiente. Qué términos! -dirán muchos. Qué trasnochados, qué tremendistas, qué antiguos!
Pues sí. Es el verbo del "a vida o muerte".