jueves, 14 de noviembre de 2013

Lo que se pudre en este mundillo

No, el periodismo no murió con internet. De hecho, internet revitalizó en parte la profesión. El periodismo murió con los periodistas. Murió con los bancos. Murió cuando se alejó de su cometido y se metió en jardines que no eran de su competencia. Murió cuando se convirtió en instrumento de propaganda y en mercadillo de chanchullos varios. Murió, o está muriendo.
Siempre habrá periodistas que suministren al enfermo terminal una bocanada más de aire. Periodistas independientes que no vivan subidos a los barcos encallados de los grandes medios.
Pocas profesiones habrá en el mundo más corporativistas que esta. Entre nosotros somos capaces de defender lo indefendible siempre que lo haya llevado a cabo un compañero de profesión. Creo que el corporativismo es la primera asignatura a cursar en primero de carrera y la que determinará, a la postre, lo alto que puedas llegar en la profesión. Digo que lo creo porque yo no he estudiado la carrera de periodismo pero me las he tenido que ver con un buen puñado de becarios recién licenciados que, aparte de envidias y admiraciones, pensaban que cualquier cosa dicha, escrita o televisada era cierta sólo porque saliese de la pluma o de la boca de un "reputado" periodista. Hablo de la autoridad de la experiencia, enemiga acérrima de la premisa básica de cualquier información: contrastar las fuentes. Si lo dice Mengano es cierto no porque sea cierto sino porque lo dice Mengano. El antiperiodismo, vamos.
Se agrava el problema en un tiempo en el que, según nos cuentan hoy, el público demanda más debate político y menos información. El santa santorum es el profeta mañanero, conocedor de todo pero especialista en nada, que pontifica sobre cualquier tema que le salga al paso, el proceso de enriquecimiento de uranio en Irán o los problemas de la industria conservera patria. Obligados a saber de todo, a tener opinión de cualquier cosa, criterio de la materia que sea, el "opinólogo", opina, con frecuencia, al pedo, más en un alarde de populismo que de honestidad profesional, buscando quedar bien con la audiencia o sus lectores, ansioso del aplauso democrático. Si respalda la mayoría no es que sea bueno, es que es verdad. Y, así, la fidelidad al líder de opinión es comparable a la fidelidad al líder político. Tal vez de aquí lo de 'cuarto poder'.
El problema es que cuando no se sirve a la verdad, se sirve a la mentira. El periodista, hoy, está más dispuesto que nunca a hacerlo. El nivel de autocrítica alcanza en la minoría de los casos para ser consciente del fraude en el que se incurre; la mayoría, no llegará nunca a cuestionarse su papel en el mundo.
El periodista novato maneja alguno de esos mantras, axiomas y preceptos que le hacen creer en la profesión elegida, en su vocación como escritor o comunicador. Muchos de estos aforismos se han hecho de dominio público y los maneja con igual soltura un físico nuclear y un electricista. El periodismo es el cuarto poder porque fiscaliza la acción del Gobierno y sirve a la democracia para vacunarse contra el absolutismo. Las opiniones son libres; los hechos, sagrados. De todos, la personalización de la libertad de expresión en el periodista, así, de forma general y a cambio de nada, sin precio establecido, suele ser la más extendida y grave. Si alguien contradice al periodista y desmonta sus argumentos, ataca sin remisión a la libertad de prensa. Cuadratura del círculo en el que el encargado de velar por la limpieza del juego democrático se asocia con el que quiere mantenerla bajo la bota de su control.
El periodismo murió en los medios cuando decidieron que su negocio no era informar sino manejar la información en beneplácito de grupos empresariales o cuadrillas políticas. Pero muere cada día cuando un periodista calla lo que sabe y dice lo que interesa.
Una verdad a medias es una gran mentira, a ver cuando nos enteramos. De nada sirve la información si no hay formación. Y, hoy, según todos los estudios, tenemos la ciudadanía menos formada de todo nuestro entorno. Hemos fabricado borregos y, desde la prensa, hemos contribuido con ahínco en su fabricación. La revolución individual de la que hablamos siempre en este blog empieza por tomar conciencia del problema y provocar los cambios día a día.
Me decía un compañero que la dignidad no paga facturas. Esa es actitud del servil. Es la actitud que marca hoy el ritmo de las rotativas.

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