viernes, 2 de enero de 2015

Un nuevo año

Tal vez, el resacoso, no sea el mejor de los estados para iniciar un año de actividad en la red. Ni en la red ni en ningún otro sitio, claro. Pero es lo que hay. Uno cumple como un mastuerzo con el calendario y ataca las fechas como todo el mundo. De alguna manera, estoy en mejores condiciones que otros para hacerlo. En el haber, dos botellas del mejor vinacho que producen nuestras bodegas, nada que hubiese recomendado el propio Baco, Vinacho tinto, sin pedigrí alguno, del que puede servirse tranquilamente en jarra de barro sin sufrir merma. Media de güisqui, a pachas con un cuñado. En el debe, las uvas que, un año más, me negué a tomar por aquello de que no soy supersticioso. Nada en absoluto. No creo que el 2015 vaya a ser ni mejor ni peor por no haberme llenado el buche de uvas. Cuando hoy leo en todas partes que los andaluces andan de morros porque al realizador de Canal Sur le dio por poner publicidad cuando empezaban las campanadas me parto de risa. Alguno habrá que se esté cagando en el que les birló la suerte.
No ser supersticioso no quiere decir que uno no sea un hombre de costumbres y que no nade inconscientemente en el charco de lo que todo el mundo hace. Uno no está libre de culpa y los propósitos para el nuevo año son algo que se elabora sin cortapisas en la cabeza. Yo, como todo el mundo tengo los míos. Extrañamente, dejar de fumar, no figura en la lista este año. Pero aquí van algunos:
Tener otro hijo, construir el barco de Julia, arreglar el viejo Audi, releer los "Episodios nacionales", iniciarme en el esquí de montaña, ganar la demanda a Intereconmía y escribir un poco más.
Conseguir cualquiera de ellos ya justificaría el año. Empecemos por el más sencillo: escribir un poco más.

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