miércoles, 6 de noviembre de 2013

Canal 9

Pese a lo que opina mi buen amigo Rafael Nieto, trabajar como periodista no le hace a uno periodista. Tal vez por esto, por que no lo soy, no albergo corporativismo alguno entre mis sentimientos profesionales. Y, cuando hoy todos hablan del cierre del Canal 9, yo, creo, puedo mantener una posición más despegada que el resto de mis compañeros.
Por partes. El cierre de un medio de comunicación es una desgracia; el cierre de un medio de comunicación público es una tragedia. Además (soy el menos constitucionalista de los presentes y puedo demostrarlo), según los padres de la democracia, los medios de comunicación suponen el cuarto poder, el equilibro en la balanza, la garantía de que no se cometerán en el gobierno del pueblo arbitrariedades en el poder que pasen inadvertidas a la ciudadanía. Tal vez esta sea la más importante de las premisas para la existencia de la prensa. Una prensa que, además de fiscalizadora de la acción de gobierno, ha de ser, por encima de todo, libre. Bien pensado, es la única prensa posible; el resto es propaganda.
Los 1700 trabajadores del Canal 9 que irán a la calle, descontados directiva y cargos políticos colocados por la Generalitat, son profesionales cuyo único delito ha sido el de hacer su trabajo en la medida en la que se les ha permitido. Y digo esto porque cuestiono mucho que en Canal 9 alguien haya podido hacer su trabajo libre e independientemente. Quizás sólo los que daban las órdenes. O ni siquiera estos si es que las recibían del poder político o financiero.
El problema del enunciado con el que empezaba es que no hay nada más privado que una televisión autonómica. Ciertamente, la pagamos entre todos; ciertamente todos asumiremos el gasto del cierre (que lo tiene y bastante alto); ciertamente todos hubiésemos asumido el coste de su continuidad. Pero no es menos cierto que el servicio público brilla, en este como en todos los casos, por su ausencia y que es el olor a incienso el que impregna parrillas y pasillos. Servicios informativos laudatorios, serviles y afectos siempre al punto de vista del presidente de la autonomía en cuestión, tertulias convertidas en el reducto en el que se refugia lo más pelota e inútil de la profesión, espacios culturales para el adoctrinamiento, programas de entretenimiento para el lavado de cerebros... Todo huele a podrido en Dinamarca!
Las mentes "bienpensantes" aplauden a Fabra y se apuntan a la demagogia del argumento exhibido por el susodicho: "no quitaré ni una cama de hospital ni cerraré un colegio por Canal 9" -ha venido a decir. Lo dice un político que pertenece al partido de los recortes, de las privatizaciones encubiertas y de la austeridad entendida en cabeza del débil. Y lo dice a sabiendas de que el gasto en televisiones autonómicas está tan justificado en su comunidad, en cualquiera de ellas, como lo pueda estar un aeropuerto sin tráfico o una legión de asesores. Sobra Canal 9 como sobran los asesores o los aeropuertos sin aviones y sin pasajeros; como sobra ese mundial de F1 al que destinan una pasta pero que no provoca el cierre de colegios y hospitales. Porque, ahondando en la cuestión, lo que de verdad sobra es Alberto Fabra y las 17 CCAA que embotellan (no es un chiste) nuestro Estado.
Hemos oído decir a esas mentes "bienpensantes" que el empleo público no genera riqueza, que no produce. Se retratan. Y a uno se le hace insufrible tener que seguir, día tras día, demostrando lo evidente.

http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2013/11/06/527a21236843416e698b4586.html

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